sábado, 21 de junio de 2025

Querido profesor:

 

Siento que hoy necesito escribirle. Para ser sincera, no sé exactamente cuántos textos le he dedicado hasta la fecha, ni siquiera estoy segura de haberle ya escrito una de estas cartas. Pero justo en este momentos, mis dedos se sienten temblar con grandes ansias por dejar ir las palabras, así que aquí estoy…

Hoy, por primera vez en años, me puse a escuchar esa lista de reproducción que dediqué a aquellos sentimientos que tenía para con usted; aunque derramé un par de lágrimas, noté que ha dejado de doler. Hoy, por primera vez, le lloré al mero recuerdo de tener a alguien a quien llorarle, de tener a una persona especial con la cual soñar y por la cual sentir que el amor podría valer la pena. Hoy, al fin puedo decir que mi corazón ha cicatrizado. 


Aunque para muchos esto suene como algo bueno, mi pecho se llenó de sollozos y mis ojos de agua con cada canción. Por favor, entienda que no tiene que ver con usted; bueno, un poco sí. Ese poco se refiere a que usted fue el segundo hombre en mi vida que me hizo, literalmente, soñar con tener un vínculo familiar tradicional. Ya sabe: matrimonio, suegros, cuñados y hasta un pequeño equipo de fútbol propio. Mi duelo ahora es con eso. El dolor que siento no es porque mi profesor ya no está y yo lo amé como a nadie, no. El dolor actual, es porque el sueño que fue usted, se fue con usted y nunca más volverá.



¿Cómo puedo estar tan segura de que no volverá? Por varias razones. Uno, las cosas no suceden dos veces de la misma forma en el universo, nunca. Sí puede suceder dos veces la misma cosa, pero nunca de la misma manera. Dos, fuiste una fantasía muy arraigada a un algo, en lo que todavía estoy trabajando que tiene todo que ver con un progenitor narcisista y nada con su forma de enseñar; así que técnicamente no era usted, eran mis traumas. Y tres, me costó sangre, sin embargo al fin entendí que si bien, yo lo veía perfecto para mí, yo nunca lo fui para usted. De haberlo sido, todo habría sido diferente.



También, debo admitir que esta cicatriz siempre estará presente y quizá en algún punto vuelva a sentirse arder. Fue importante y nunca lo negaré. Creo que nunca seré capaz de contar mi historia sin mencionarle. Pero ya no me quita el aliento, ya no me quita el sueño, ya no me quita el apetito. Se ha ido y al fin soy libre de usted, de ese espejismo que alguna vez llamé anhelo y de aquellas expectativas que nunca debí haber puesto sobre mi mesa porque jamás fueron parte de mi médula. 



Los duelos pueden durar unos minutos, días, semanas, meses, años o incluso, pueden ser eternos. Todavía no decido el plazo de cada duelo que viví gracias a ti, contigo y por ti. Mas, la libertad será mi nueva maestra. Ahora ella se encargará de agendarme esa tarea.



Te deseo toda la felicidad del mundo, en serio. Adiós,



Tu peor alumna.


0 comentarios:

Publicar un comentario